Vista aérea del Mar Caribe, de la Cordillera de la Costa y del Valle de Caracas. |
Nací y he vivido en Caracas casi
toda mi vida, una ciudad apenas separada del Mar Caribe por la Cordillera de
la Costa y su monumental pared verde, que tanto amamos los caraqueños
y las guacamayas que colorean su cielo.
Recuerdo innumerables viajes con
mis padres y hermanos a la playa cuando era niña, detrás de esas montañas, a
sólo 30 min de casa. Mi Mar Caribe siempre estuvo cerca, esperándome, para
enseñarme lo que es un horizonte infinito donde se alojan los sueños, para mostrarme
lo que es la libertad en el vuelo de los pelícanos, para enseñarme a construir
hogares con tobos de arena, a sentir y a valorar caricias leves y amorosas como
las de la brisa marina, a saber que a veces estoy en la cima de la ola y otras
en su fosa, y que todo cambia y se mueve…
Y como todo cambia y se mueve, crecí,
y me olvidé de esas playas que son parte de mi valle natal, playas de valle y de montañas, oximorones típicos de los nativos de Caracas. Crecí y
busqué otros perfiles de costas, otras arenas para celebrar mi caminar
descalzo, otras latitudes más lejanas, otros rostros del mismo mar, llegando
incluso a la bella y amurallada Cartagena de Indias, en mi amada Colombia.
Hoy, en medio de este valle de
lágrimas donde persisto, en este valle enfermo de violencia, de escasez, de basura y de
hambre, en este valle detenido en filas humanas y metálicas, donde se viven y escriben historias habitadas por el miedo y la desesperanza, que a su vez conviven
con la resiliencia, la risa, los sueños y las ganas, hoy, he vuelto al encuentro mágico con mi mar
cercano que había hecho distante, ése que me extrañó tantos años, ése que sólo
veía desde la ventanilla del avión cada vez que partía o que llegaba de otra
ciudad de Venezuela o del mundo.
Hoy, un jueves cualquiera de
agosto, por invitación de mi colega biodancista (biopana) Mary Carmen García,
hermoso ser humano de cuya trasformadora travesía por la vida siempre aprendo, decidí aventurarme al gran re-encuentro de mi mar cercano y distante,
con la emoción de la aventura y la alegría del compartir.
Para ahorrar auto (en Venezuela
los autos se van deteniendo uno tras otro durante meses por falta de repuestos)
nos fuimos en el vibrante y azaroso transporte público desde Caracas tomando metrobus, metro, luego bus hasta llegar a Marina Grande, un balneario
administrado privadamente, abierto al público, con buenas instalaciones y
precios solidarios (ver indicaciones de ruta abajo)
Allí llegué en mi emocionante
travesía desde la capital, y allí fui feliz todo el día… el mar sereno y cálido
me recibió durante horas con sus olas abiertas y su algarabía de espuma, el sol
calentó la arena y dejó su huella en mi piel, los pelícanos volaron en
formación sobre mi cabeza recordándome sus lecciones de libertad, los niños me
regalaron sin saberlo todos sus castillos de arena para habitarlos en mi fantasía, la brisa marina fue, como
siempre, suave y gentil en mi piel agradecida, las olas me elevaron y bajaron,
recordando el mecimiento cambiante de la vida, la conversaciones con Mary
Carmen detuvieron todos los relojes de esa zona horaria sembrando risas,
sabiduría y afectuosas complicidades…
Pensándolo bien, hoy no fue un jueves cualquiera de agosto, ni siquiera un jueves cualquiera en el calendario de mi adultez, hoy
recuperé lo cercano que había hecho tan distante, hoy celebro la conquista de un
oasis más para guarecerme de las terribles tormentas de arena que azotan mi patria
y me pregunto: ¿qué otros oasis cercanos he alejado o ignorado y necesito buscar, re-encontrar y reconquistar para alimentar el
placer de vivir en mi amado país?
Guía para llegar a Marina Grande desde Caracas por transporte público:
Se toma metro hasta la estación
Gato Negro en Catia, allí se sale por la salida El Yunque a la calle, 20 mts
más allá se toman las camioneticas que va a Catia La Mar. Uno se baja en la Av.
Ppal de Catia La Mar, justo antes de un elevado que desemboca en una
plaza muy bonita. En la esquina donde hay un Mc Donalds se cruza hacia la
derecha y unos metros más allá se encuentra una entrada de estacionamiento
abierto donde hay varias camioneticas, alli se toma una que vaya para el Club
Marina Grande en Playa Grande. De regreso uno toma -en la acera del club- cualquier camionetica que pase, que llega hasta ese estacionamiento (todas van
para allá). Allí se sale a la calle principal, se cruza hacia el otro lado por
donde está la plaza y se esperan las camioneticas que dicen "Caracas"
y que llegan hasta la estación Palo Negro en el Metro de Caracas. Para ver
precios y horarios meterse en:
https://www.facebook.com/pages/Club-Marina-Grande/193066447393841
Dirección: Calle Real de Playa
Verde, Urb. Playa Grande, Vargas.
Horario de 8:00 a.m. a 4:00 p.m.
¡Feliz viaje!
5 comentarios:
Como siempre...es refrescante leerte! Gracias...
Muy bello relato querida prima, pena que no puedan disfrutar de toda esa belleza sin los contratiempos impuestos por éstos desalmados!..., no cabe duda que es un país con una belleza enorme en su geografía, en su fauna y en todo lo inimaginable, pena que el desastre y colapso sea causado por seres humanos ó tal vez..., animales sanguinarios con aspecto de humanos.....
Esa Luisa La E.,
Agua pasó por tu casa
cate de mi corazón...!
En cuanto a las aves de marras, el término "pelícano" me evoca comiquitas, Walt Disney, fantasía bonita. El término "Alcatraz" -que es el que yo uso- lamentablemente me remite a una lúgubre penitenciaría en el norte. Se me ocurre que acaso la sucursal de nuestra también lúgubre Isla del Burro.
Que mayor escape ese tan merecido que te brindaste. Brindo por eso.
Basos y abrezos. Pablo
Tu narrativa demuestra tu sensibilidad y también, ¿por qué no? tu autenticidad. Lo digo por este y tus otros escritos. Eres especial.
Mi querida Luisa Elena, como disfruto tus palabras, tu manera de narrar. siento como que si me sumergiera en un mundo lleno de palabras maravillosas que me calman y me invitan a tranquilizarme, disfrutar, de fluir por ese curso de palabras tan llenas de energía amorosa y tan pintorescas. Gracias por narrarme y mostrarme ese momento tuyo de reencontrarte con esos oasis que habías olvidado y dejado atrás. Y te leí justo cuando tenía que hacerlo ya que tengo días pensando en esa playa y en atreverme a visitar esos espacios. Gracias amiga, eres encantadora.
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