Una pareja sin igual...






En duelo aun por la difícil despedida del grueso plumón que defiende celosamente mis 37°C en la cama contra el frío de la mañana bogotana, me dirijo a la cocina donde me espera la insuperable ocasión de prepararme un combo gourmet colombo-venezolano que me tomó 52 años descubrir.

Una pequeña cafetera eléctrica de café expreso con válvula de vapor para espumar la leche, me invita con entusiasmo a demostrarle mi recién aprendida habilidad de hacerme café con sus partes premeditadamente ensambladas para esta noble labor:

Mido cuidadosamente el agua destinada a trasmutarse en la famosa infusión que llevaron los turcos a Europa en 1650 enloqueciendo a los ingleses, la vierto en el tanquecito que cierro con fuerza con su tapa hermética resistente a la presión, luego destapo el tarrito donde reposa el café OMA recién molido con una mezcla única de diferentes cafés arábicos cosechados con dedicación y orgullo patrio en los valles del Eje Cafetero de Colombia y que huelo adictivamente antes de tomar la medida exacta y acomodarla en la pieza metálica que calza con precisión en la máquina.

Muevo entonces la palanca hacia arriba y ¡zas! un bombillito amarillo me indica que ya ha comenzado la gestación del mejor café del mundo en esta cocina 2.600 mts más cerca de las estrellas, para celebrar con alegría el arribo de un nuevo día en este país que me recibe con amor por los cuatro costados.

Cuando la máquina está en su máximo furor de aromas y vapores, introduzco una de sus extreminadades por donde sale el vapor a presión en una taza con un dedo de leche y me dedico a jugar con ella hasta convertirla en una vía láctea de micro burbujas, la espuma más hermosa y adecuada para vestir el café recién nacido; dejo caer casi en cámara lenta una gota de esencia de vainilla que se hunde la algarabía blanca seguida por la cascada de café hirviente.

Con mi taza de café lista, desprendo dos cuadritos de chocolate oscuro “El Rey” Bucare de la línea de chocolates finos Carenero Superior, 58,5% de cacao, hecho a base de los mejores granos de cacao del mundo cultivados en las costas centrales venezolanas y cada mordisquito que le doy a mi lingote de Bucare lo hago convivir por unos segundos con un sorbo de mi caliente brebaje colombiano …que lo va derritiendo lentamente hasta hacer estallar su sabor y el del resto de los ingredientes en cada confin de mi paladar.

Café de Colombia, chocolate de Venezuela… una pareja sin igual… una sinergia de sabores que HOY sin duda me regala cada mañana uno de los placeres gastronómicos más intensos de mi vida… de esta nueva vida... donde Colombia pone su parte y Venezuela la suya.

2 comentarios:

Amarilis dijo...

Hola Luisa Elena! he disfrutado este recorrido sensorial paso a paso; el olor del café evoca mi niñez y mi casa materna, que decir del chocolate oscuro adicción total!!! Agradecida de compartir esta maravillosa sinergia de sabores
Amarilis

ANGONFER dijo...

Muy bueno tu relato Luisa... lo compartiré con varios amigos colobianos. Un abrazo y saludos a Freddy.

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