Mamografía desde el miedo


Mujer, 47 años, un par de senos que han hecho (y siguen haciendo) su hermoso trabajo. Un par de senos en donde las estadísticas ponen a habitar el germen de ese microscópico enemigo que nos puede mutilar y matar algún día.

Luego de un año de irresponsable y cobarde postergación, llega el día y la hora de entrar en la terrorífica intimidad con el mamógrafo: desnudo mi torso, sigo instrucciones, lo abrazo, siento el frío inhumano de la máquina, su voracidad que aplasta en todos los ángulos posibles.

Luego, la espera en la soledad de esa extraña habitación. El mamógrafo y yo nos miramos en silencio. El, guardando sus miles de historias, de todos los tamaños y consecuencias. Yo, en lucha a muerte contra los pensamientos de enfermedad y muerte que vienen a incar mi “aquí y ahora”: diagnóstico, amputación, mechas de cabellos huyendo por los desaguaderos, duras batallas a vencer (apostando siempre a la Vida). ¡Basta!

Al rato, una sonrisa aparece por la puerta: “Todo está bien por ahora”. Regreso entonces del miedo, de la angustia, de la posibilidad, de la estadística. Regreso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Luisa Elena, creo que tenemos que hablar sobre tu relato, tengo en mi gaveta de historias pasadas un expediente que nunca he desechado y que como casos policiales sin resolver, permanece de primero en la fila!!!

Aquí y ahora

Aquí y ahora