Pues sí, había pospuesto esa necesaria y temida
visita al traumatólogo durante varios años en mi inconsciente y casi dos años a conciencia por fuertes
dolores de rodilla al bajar las escaleras, dolor agudo en la rodilla derecha al
estirarla luego de manejar mi carro automático y llegar a mi destino ¡y desde
hace dos meses dolores en las caderas cuando me levanto de la silla luego de
estar rato sentada frente a mi laptop!
Luego de 18 años sin seguro médico jugando a la
ruleta rusa (menos mal que no salió nunca la bala) pude al fin contratar uno
ya que, después de los 50, el cuerpito comienza a pasar aceite y hay que
prevenir. Apenas firmé mi póliza, vi con la típica decepción en la letra
chiquita de la misma, que asuntos de rodilla sólo eran cubiertos luego del
segundo año, así que respiré profundamente y le dije mi rodilla: “Aguanta chama,
ya falta menos”.
Ya desde diciembre – en el segundo año de mi
póliza- me había prometido al fin a mí
misma ir en Enero a mi soñada cita con el traumatólogo venezolano Eduardo Viso, quien
fue alumno de mi papá en la Escuela de Medicina, operó a mi abuela de una fractura
de cadera cuando ella tenía 100 años, a mi prima pianista de una fractura múltiple
en una de sus manos al caer de un parapente… un médico sabio, mayor, humilde, empático, solidario, de
esos de los que ya quedan pocos ¡y que atiende desde hace 42 años en una
clínica a 100 mts de mi casa!
Pero verse con Viso siempre fue para mí muy
retador, ya que, siendo tan famoso, tan gurú, tan humano, siempre era cosa de
perder una día entero, pedir una cita, llegar primero y anotarse en un papel pegado
desde la noche anterior en la puerta del consultorio donde siempre hay un
montón de gente que se ha anotado antes que uno desde la madrugada, y esperar
horas y horas, a veces todo el día, porque él se toma su tiempo con cada uno.
Es decir, para mí, ser atendida por el Dr. Viso sin esperar horas era algo
prácticamente imposible.
Y todo porque se me ocurrió pasar por la
clínica a ver si ya se había reintegrado y cómo estaba funcionando eso de las
citas este año.
Llegué, vi que la puerta de su consultorio
estaba cerrada, pero no totalmente, (él no atiende los viernes para realizar
cirugías, y yo no sabía) adentro estaba oscuro… decidí asomarme y saludar… de pronto
apareció el Dr. Viso, le expliqué la razón de mi visita, me preguntó con una sonrisa dulce y luminosa ¿quieres
que te atienda ahorita?...casi me desmayo…y lo demás es ya conocido.
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