Llegué temprano a una cauchera de Caracas a reparar el caucho (llanta) que la noche anterior había sido víctima de un clavo malentretenido.
A penas le indiqué a un señor maduro, dueño del local, el propósito de mi visita y me senté en una silla de plástico a esperar el trabajo, el mismo hombre me increpó nervioso:
-¡Señora! ¡Guarde su cartera en la maleta del carro! Han pasado cosas…
Inmediatamente llegó el mensaje de alerta a la parte de mi cerebro que ata estos cabos que cada vez son más numerosos en la cotidianidad del venezolano; respiré en el ambiente tempranero y sabatino de la cauchera, que algo no andaba bien… las miradas, los movimientos, los ritmos respiratorios de los empleados y dueños del lugar emitían señales invisibles, pero contundentes de miedo, de frustración, señales de que la vida se dividía en un antes y un después en aquel local.
Seguí sentada hasta que pasó lo inevitable: un empleado rompió el silencio y dejó escapar la historia que tenía atragantada:
- Señora, hace rato llegaron 4 motorizados en dos motos y atracaron a un cliente nuestro que estaba esperando.
Fluyeron entonces los suficientes detalles, frescos como un pan terriblemente tóxico recién salido del horno y cumplieron su cometido de sumarme al grupo “selecto” de seres que esta mañana pasaron a estar en el círculo inmediato de los sucesos, contagiados de miedo, indignación y vulnerabilidad.
Entretanto, al lado mío, una señora como de 60 años, de mirada serena y melancólica, quien también esperaba reparaciones a los cauchos de su carro, escuchaba en silencio el relato del empleado, el cual había devenido en un diálogo acerca de la inseguridad en Venezuela. De pronto, se volteó hacia mí y dejó caer la siguiente frase hecha de palabras que me atravesaron el alma y sembraron un nudo en mi garganta:
- Hace seis meses el hampa me mató a mi sobrina de 18 años.
Su historia se anudó a la anterior, como parte de un hilo perverso y aterrador, un hilo manchado de sangre inocente, de sangre que colorea las calles de mi país y que ni la lluvia ni las declaraciones oficiales pueden lavar ni tapar con un dedo.
Sacó de su cartera la foto de una joven feliz, llena de vida y de sueños… quien ya no sueña.
“Podría ser mi hija” pensé en medio de una sensación de dolor compartido que se me alojó como un peñonazo en medio de mi pecho.
Un abrazo selló una conexión breve y profunda entre aquella mujer y yo, entre lo que fue… y lo que puede llegar a ser.
9 comentarios:
Corazón.. Esta y la experiencia de anoche, cuando se pinchó el caucho en la noche oscura, me parecen una clara señal que me invita a reflexionar para sugerir que ustedes, tú, Sandra, sus amigos y los padres de ellos y ellas, ¡debieran tomar precauciones..!
Como decimos por aquí.. "no dar papaya". Si la situación es tan crítica como parece, es prudente acostarse temprano (ley zanahoria), evitar salir de noche y en resumen no asumir riesgos innecesarios.
Contar la historia, como hizo la señora, para lo único que sirve es para alertar a otros, pues ¡ello no hará que su sobrina vuelva..!
Muy duro... pero es la realidad que estamos viviendo y que a nadie parece importarle... y cuando digo "a nadie"... me refiero a todos nosotros que estamos como paralizados esperando un milagro que no llega sin tomar acciòn... que nos pasa?
Hola Prima,
Muy bueno el escrito y muy malo, terriblemente malo el estado de zozobra en que nos ha sumido la reciente historia de Venezuela. También Rayma lo captó muy bien. La esencia del asunto es precisamente esa: mientras la gente viva asustada por el hampa, por la delación, por las represalias políticas y por otra parte ocupada en lograr conseguir los productos de la tarjeta de racionamiento o su versión electrónica, la tarjeta del buen vivir (que ironía), no se atreverá a pensar y mucho menos a disentir del contenido de las arengas presidenciales donde todo se decide. Eso es lo que yo llamo la "franquicia perfecta". Si buscamos entre los tantos a quienes HCH les ha regalado copias de la espada de El Libertador veremos que todos tienen en su prontuario, algo en común: son dictadores firmemente atornillados al poder. Gaddafi, Mugabe, Lukaschenko y muchos otros cafres entre los cuales destaca Fidel Castro quien exprime a Venezuela como quizás nunca soñó cuando lo intentó por las armas en los años 60. Pues seguramenbte que Fidel le dió la receta infalible para controlar a un pueblo por más de medio siglo: hambre y dependencia del Estado para "resolver", miedo hasta de nombrar al comandante y añadámosle el toque histriónico de tener a un enemigo super-poderoso, el "coco" que asusta y sobretodo une al pueblo. Con esos pocos elementos quizás es que logro entender lo que de verdad pasa en nuestro país.
Bueno, me alegro que la historia que escribiste fué sólo eso, una historia para contar y para reflexionar.
Ay mi Luisi!! Que escrito!!
yo rezo todos los días y siempre pido por cualquier familiar amigo o relacionado… no sé si mis rezos están surtiendo efecto, pero no voy a parar de hacerlo… sólo espero que estas cosas empiecen a desacelerarse y poco a poco se detengan como un carro en neutro que finalmente dejo de bajar y se encuentra en una zona plana eterna
Besos
Cuando se suman estas historias, las de los otros y las de de los nuestros y las de nosotros, en fin, cada vez son mas en cantidad y mas cercanas en conexión…
Se me agolpa taaanto…. tan dentro…mas que un nudo es una cadena inmensa hecha nudo, pesada, sofocante.
Ya no basta con pedirle a Dios que nos proteja hay que esgrimir nuestros recursos emocionales y “exprimirlos” para que no se apodere de nosotros la paranoia y podamos vivir con poca calidad de vida defendiéndonos de una posible pésima calidad de muerte.
Me siento muy conmovida con tu relato...situaciones como estas que nos hacen vivir de zozobra en zozobra...En fin amiga, que Dios y la vida proteja nuestros hijos y los de otros.
Un abrazo
Tu calidad de narrativa es realmente impresionante.
Has hecho que esta narración cotidiana una pieza literaria de calidad incalculable.
Excelente, como todo lo que escribes....
Lamentablemente, esa es la realidad de este pais en el que hemos tenido que aprender a convivir con el miedo y la ansiedad como compañeras inseparables de nuestra cotidianidad.
Luisa Elena, he quedado perpleja!!, ...y por otro lado, la forma en que describes los hechos es tan real, que debo felicitarte por tu calidad de pluma!. Un beso.
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