
Jueves, 6:00 p.m.: Un viento fresco y subterráneo golpea de pronto mi rostro anunciando la llegada del Metro.
Las puertas se abren y soy devorada en segundos por una fuerza colectiva que me empuja hacia las entrañas vivas del vagón.
Adentro, tomo conciencia de que limito -a presión- por el norte, por el sur, por el este y por el oeste con decenas de ojos, de extremidades, axilas y torsos, que viajan en ese instante sobre los mismos rieles hacia los más disímiles destinos.
La ropa, es la única mordaza del diálogo anónimo entre estos cuerpos viajeros, desconocidos y unidos por el azar urbano en las arterias de la ciudad cómplice.
Hoy, lo íntimo y lo extraño compartiendo el mismo "aquí y ahora", ha dejado de ser un imposible.
4 comentarios:
Aún no he elegido una identidad, andaba por ahí dando vueltas y me encontré con tu pensamiento y tu aire fresco; así que pienso retornar a leerte y quizás dejar uno que otro comentario
Un beso
Jaime
Cuantos problemas, ilusiones, anhelos, tristezas, propósitos, alegrías, desepciones, espernazas, todo junto, constreñido en el subsuelo. Me pregunto ¿Cual será el resultante de toda esa mezcla? ¿Nuestra identidad colectiva?
Una sentida visión de la cotidianidad que nos reconcilia con la violencia de intimar con lo desconocido. Me encanta.
De lo invisible a lo tangible, del sueño a la realidad, de lo humano a la miseria humana... decían que los extremos se tocan... será así?
Besos,
EG
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