Calma corazón, ten calma

Fuente: Vali http://www.flickr.com/photos/25796513@N08/2983026397/


Frente al espejo cotidiano, este domingo cualquiera ¿cualquiera? toca a mi puerta un fugaz desvanecimiento que apenas alcanza para decirme que hay algo más tras esta nube de paso que nubla brevemente mi conciencia.

Luego, un bum-bum-bum-bum… rápido, al galope, como si cada "bum" fuera un paso urgido de llegar a alguna parte… no sé cuál es la urgencia; no sé por qué este ritmo inconsulto en mi metrónomo.

En el centro de mi pecho, acorralado detrás del esternón, mi corazón ha perdido su rumbo en una tormenta eléctrica en medio de iones insurrectos de sodio y de potasio… afuera, frente al espejo, siento el estruendo de sus latidos, sus golpeteos locos en feroz carrera hacia un lugar que desconozco.

Escucho, sólo escucho ese tambor egocéntrico; siento, sólo siento sus sílabas sin frase y sin palabras. Me aturdo, me asusto…

Decido recostarme en mi cama sorprendida.

Respiro profundamente acompañando cada bocanada con una conciencia plena de la expansión y contracción de mi diafragma. Con una voz sin boca desde el silencio de mi cráneo, cierro mis ojos y alcanzo a pronunciar: “Calma, corazón ten calma”.

De pronto, se hace de nuevo el silencio de tambores, sístole y diástole resuelven sus urgencias y la Vida sigue su rumbo, por ahora, hacia todo lo bello (y no tan bello) que me espera detrás de esta puerta batida hoy por el viento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi corazón se desboca de nada, no sólo cuando vivo una pasión. A veces es suficiente una pequeña cuesta o la incertidumbre de una primera cita. Pero extrañamente, cuando lo someto a grandes esfuerzos encuentra la calma, como cada vez que el cardiólogo trata de provocarme un infarto mediante un electrocardiograma de esfuerzo.

Unknown dijo...

Luisa Elena: He tenido experiencias similares a esta, que vivencio con particular sorpresa cuando medito y todo pareciera estar en calma... descubro que en esos momentos mi corazón me habla con una fuerza que yo no había dejado que se expresara, por esa obstinación mía de ser siempre intelecto y estar en control de todas las situaciones. Sin embargo, ha sido muy sanador para mí reconocer recientemente que tras esa máscara de madurez también hay una niña juguetona que no sabe de reglas ni de razones y que sólo conoce esa vía para que yo sepa que está allí. Esa niña mía sólo quiere que la lleve a comerse un helado y a veces le da por darme besitos en la mejilla y recordarme que siempre hay posibilidades de hacer las cosas diferentes. Gracias por recordarme este maravilloso descubrimiento. Te quiero mucho. Caren Russián

Aquí y ahora

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