Dudamel y Mambo, en Suiza..

Aplausos, energía, emociones... los jóvenes de la Orquesta Sinfónica de la Juventud Simón Bolívar –irradiando patria en cada una de las fibras de sus traviesas y tricolores chaquetas - se preparan para regalarle al público suizo, la vibrante pieza “Mambo” de la Suite West Side Story del músico norteamericano Leonard Bernstein (1918-1990), bajo la batuta vital de nuestro joven y genial director de orquesta: Gustavo Dudamel.

Observo con detenimiento su rostro, su cuerpo justo antes de iniciar el viaje, cada músculo denota el placer adrenalínico de todo gran inicio, del gran momento que –como largo río de ensayos- viene a desembocar en este instante, el 24 de Marzo de 2007, en el Kultur Und Kongresszentrum en Lucerna, ante 2100 espectadores. Ese rostro, ese cuerpo se transforman en puente entre las notas de Bernstein y el público electrizado del Festival de la ciudad… pasando por las manos, dedos y pulmones de los jóvenes ejecutantes de la orquesta, quienes entregan lo mejor de su ser de músicos, venezolanos y ciudadanos del mundo, en ese “aquí y ahora”.

Se inicia el viaje: me sumerjo en una vorágine intensa de trombones, trompetas, violines, congas… el rostro transfigurado de Dudamel inunda la sala y también el pequeño rectángulo de mi laptop, de una pasión y una alegría que me hacen vibrar, que resuenan en mis células: siento un placer armónico y rítmico indescriptible que contagia mi pulso, siento un placer visual que puebla mi pupila de movimientos y colores de una orquesta que reta todos los convencionalismos de una sala de conciertos europea, una orquesta que baila, ríe, sacude sus instrumentos, grita ¡Mambo! como sólo un latino y un venezolano bajo la batuta hipnótica de Dudamel puede hacerlo.

Es una mezcla pura de éxtasis y orgullo. Siento que estoy viva, muy viva… y agradezco desde el rincón más íntimo de la venezolana que soy, que existan un José Antonio Abreu, un Gustavo Dudamel, cada uno de los jóvenes de nuestra Orquesta Sinfónica de la Juventud Simón Bolívar, también aquel público de Suiza y por último, un alemán desconocido y generoso, vitamina intravenosa de YouTube, de quien sólo sé que ama la música y es capaz de ver en este “Mambo” una interpretación para la historia.

Justo antes de cerrar la ventana por donde me asomé a estas emociones compartidas, imagino al Maestro Bernstein -sonriendo y sorprendido- desde su tumba silenciosa en el cementerio de Greenwood, en su amada Brooklyn.





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3 comentarios:

Francisco Pereira dijo...

Bella crónica de esa majistral orquesta y su joven y talentoso venezolano. Estas son las cosas que aún nos llenan de orgullo y de esperanzas de ser venezolanos.
Cuando a mi me preguntan por mi músico favorito, resulta que es dificil, porque no tengo uno, tengo muchos; los jóvenes de la Orquesta Sinfónica Juvenil Venezuela.
A ellos mi admiración
A ti las gracias por este post tan hermosamente escrito.

Anónimo dijo...

Realmente hermosa la crónica. No podia ser de otra forma, cuando se va hablar de Dudamel y de la orquesta, faltan palabras.. Es demasiado emocionante... Dudamel nos hace sentir la musica además de oirla, nos hace quererla además de comprenderla.. es algo que no se puede expresar solo sentir...
Gracias Abreu por todo esos chicos.. Ahora nos conocen en el extranjero por nuestro músicos además por la belleza de la mujer venezolana... porque no..?
GPM

Anónimo dijo...

Magnífica descripción. Yo no estuve allí, tampoco soy Venezolano, pero lo que he visto en estos vídeos que me presento un buen amigo, ha sido lo más parecido a la idea que tengo de la ALEGRÍA DE VIVIR, algo difícil de explicar y que supera con creces a otros eventos y citas artísticaS más pomposas y snobs.

Esto es el pueblo en estado puro, la juventud, el brillo, la música, el encuentro de los mundos. Maravilloso. Maravilloso, no tengo más palabras.
Desde España. Un saludo

Aquí y ahora

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